viernes, 19 de octubre de 2012


EL SALVADOR. EN TIERRA DE MARAS. 23-29/09/12


Panorámica del Parque Nacional Los Volcanes, con el cráter del volcán Izalco en primer término, a la izquierda,
el volcán Cerro Verde cubierto de vegetación y el volcán Santa Ana entre las nubes

Salimos de Somoto y nos dirigimos a la frontera con Honduras, país que cruzaremos rápidamente por una estrecha franja del suroeste que linda con el océano pacífico, y que dejaremos pendiente para conocerlo en profundidad durante el viaje de vuelta hacia el sur dentro de unos meses. A pesar de esta decisión y debido a la lentitud de los transportes y a la falta de un enlace que nos convenga, nos quedamos a pasar la noche del 22 de septiembre en Choluteca, antes de continuar camino al día siguiente. Aunque algunas referencias que tenemos sobre el país destacan la violencia y la sensación de inseguridad, la gente y el ambiente con los que nos encontramos son igual de agradables que hasta ahora. También tenemos buenas referencias de otros viajeros… Ya veremos a la vuelta que tal nos trata este país centroamericano casi desconocido para el turismo de masas.

De momento, cruzamos otra frontera y entramos en El Salvador.


La fama de este país es tan nefasta, que en un principio no estaba incluido en nuestros planes de viaje, debido tanto a la inseguridad de la que nos hablaron (dicen que es uno de los países más peligrosos del mundo) como a la deforestación a la que ha sido sometido durante décadas. Pero al final consideramos que si nuestro viaje consistía en conocer en profundidad la región central del continente americano, no podíamos dejar de visitar ninguno de los estados que la conforman, al menos durante unos pocos días.


Desde el primer momento en que pusimos el pie en El Salvador, todo el mundo nos comienza a hablar del peligro que corremos, de que tengamos mucho cuidado, de que la violencia está muy extendida, etc. En fin, que empiezan a ponernos algo nerviosos (aunque hay que reconocer que, de momento, no demasiado, veremos que tal nos va…).

Nuestra primera parada es forzosa. Llegamos a San Miguel y no hay un autobús que vaya en la dirección que llevamos. Todo el mundo en la calle nos aconseja que busquemos un alojamiento cuanto antes y nos metamos en él hasta mañana por el día, así que eso es lo que hacemos.

Sahara y el volcán Izalco
Quiso el destino que el alojamiento más cercano que nos recomiendan sea un automotel, y que esté unos kilómetros a las afueras del pueblo. Este tipo de alojamiento, que la gente usa por horas, consta de un garaje en el que aparcas tu coche y desde el que por una puerta accedes a una habitación con todas las comodidades (tele por cable, ducha gigante, aire acondicionado…). Muy curioso, pero la verdad es que es muy económico, aunque con la desventaja de que debemos abandonarlo a las siete de la mañana.

El destino también quiso que no hayamos previsto el tema de la cena y que a partir del anochecer ya no haya buses para moverse hasta el centro urbano, así que me toca patearme un par de kilómetros de ida y otro tanto de vuelta para conseguir alimento para mi familia (en plan cazador recolector, enfrentándome a los peligros de mi entorno).

Evidentemente no pasa nada y llego sin novedades con la comida a mi habitación.

El motivo de todo este nerviosismo, que veremos durante toda nuestra estancia en El Salvador, es debido principalmente a la existencia de las Maras y su control sobre el territorio.
Las Maras son grupos o bandas muy violentos, con una gran presencia en el país, aunque se originaron en los Estados Unidos. Se dedican principalmente a la extorsión y el cobro de “impuestos” a determinados negocios, aunque otras de sus actividades incluyen el robo o los asesinatos a sueldo. Los integrantes de las Maras deben pasar por unos duros ritos de iniciación para poder pertenecer a una de estas bandas, soportando crueles palizas del resto de los integrantes de la pandilla o, en ocasiones, teniendo que cometer un asesinato para demostrar su fidelidad. Una vez dentro, la pertenencia es de por vida, “se vive para la mara y se muere para la mara”. Una de las señas de identidad de los integrantes de estas bandas son lo grandes tatuajes, con el nombre de la Mara, de su líder, números y otros símbolos. Nos sorprende mucho que nos digan que hasta un 60% de la población puede pertenecer a una de estas organizaciones. También nos cuesta creerlo.


Al día siguiente continuamos viaje hasta la playa del Tunco, cerca de La Libertad, en la costa central del país, llamada Costa del Bálsamo por la presencia de grandes árboles de bálsamo. Aquí solo pensamos hacer una pequeña parada, que se alarga hasta las tres noches, pues nuestro pequeño alojamiento es muy agradable, además de económico, y disponemos de piscina, varios salones con tele por cable, sala de hamacas e internet a solo 200 metros de la playa. 
Aprovechamos para bañarnos a menudo y seguir con las clases de natación de Sahara, pero sobre todo, para jugar mucho con las olas de esta playa, destino de gran cantidad de surfistas. Aquí, igual que en todo El Salvador, todos los negocios cuentan con guardia de seguridad, que pasa la noche vigilando acompañado normalmente de una recortada de repetición, algo a lo que nos iremos acostumbrando poco a poco.

Vistas desde el mirador del P.N. Walter T. Deininger


Murciélagos Pteronotus gymnonotus (el de color rojizo,
insectívoro) y Artibeus jamaicensis, frugívoro.

A poca distancia en autobús, se encuentra el Parque Nacional Walter Deininger, en el que pasamos una mañana. Aunque vimos algunos pájaros y rastros de mamíferos (nos dicen que se puede ver la taira Eira barbara con relativa facilidad), lo más provechoso para nosotros fue la visita a la cueva que está a pocos metros de la entrada, en la que pudimos observar al menos cuatro especies de murciélagos, y la vista del bosque desde arriba obtenida en el mirador del parque.



Volcán Cerro Verde y detrás el Santa Ana entre niebla, vistos desde la cumbre del volcán Izalco

Nuestro siguiente objetivo nos lleva a Sonsonate, desde donde visitamos el Parque Nacional Cerro Verde o de Los Volcanes, uno de los que tiene una mayor espectacularidad en cuanto a las vistas que se pueden obtener desde la cima de alguno de los tres volcanes que lo forman, el Santa Ana, el Cerro Verde y el Izalco.
Este parque dispone de un servicio de guías, los cuales son obligatorios (al igual que en los otros parques en los que hemos estado, está prohibido caminar solo por los senderos), y ofrece ascensiones hasta la cumbre de los volcanes Santa Ana e Izalco, ya que al volcán Cerro Verde, donde se encuentra la administración del parque, se sube en coche. En nuestro caso, llegamos aquí haciendo raid desde la parada de autobús, unos ocho kilómetros más abajo.

Cráter del volcán Izalco, donde se pueden ver fumarolas a la derecha 

Decido subir al volcán Izalco mientras Carmen y Sahara exploran los senderos más accesibles, y tengo que compartir mi excursión con un grupo de estudiantes de secundaria que están visitando el parque. También nos acompañan un policía y tres o cuatro militares armados, “por seguridad”, que nos indican por el mismo motivo que nadie se separe del grupo ni se quede rezagado y que si por cualquier motivo alguien tiene que regresar, todo el grupo regresaría.

La caminata es dura, sobre todo por la velocidad de la marcha, y en unos ocho kilómetros, descendemos un desnivel de 1.300 metros por una ladera en la que se han excavado 1.430 peldaños, ascendemos 1.200 metros por terreno volcánico de piedra suelta y regresamos por el mismo camino después de un corto descanso en el que aprovecho para circunvalar el cráter y acercarme a las fumarolas. Todo en poco más de tres horas, ni que fuera una carrera…

De todas formas, y a pesar del jaleo y la falta de respeto hacia el entorno de la pandilla de estudiantes (sorprendentemente subieron unos 25), las vistas desde la cima y el propio cráter del volcán merecieron la pena.

Para regresar a Sonsonate, conseguimos que uno de los autobuses de la excursión escolar nos acercara a un lugar donde agarrar con facilidad el transporte hasta el pueblo, así que todavía compartimos unos instantes más con la jauría de adolescentes que tanta simpatía me causaron durante la caminata.

Parque Nacional El Imposible, visto desde la cumbre del Cerro León

Nuestra última parada en El Salvador es el Parque Nacional El Imposible, famoso por ser el mejor conservado de este pequeño estado. Esta vez nos dirigimos allí con todas nuestras cosas, aunque una vez más se nos complicó la cosa más de lo normal. Llegamos a Cara Sucia, donde debemos encontrar el único bus que va hasta la puerta del parque todos los días a las 11:00, pero en Cara Sucia están celebrando el día de la independencia de la patria, y las carreteras están cortadas por un interminable y bastante patético desfile de bandas de estudiantes tocando y bailando observados por toda la población. Nos toca ir de un lado a otro preguntando donde podemos coger el bus, y algunos nos dicen que no hay, otros que para el norte, otros que para el sur…al final lo esperamos en las afueras del pueblo y conseguimos subirnos casi a las 13:00, un par de horas más tarde de lo que pensábamos.

Llegamos a las oficinas del parque, abonamos nuestra entrada y el derecho de acampada, pedimos que nos custodien las mochilas hasta que nos vayamos, y quedamos para mañana temprano con el guía que nos viene a recibir en cuanto nos ve de lejos y que, una vez más, es obligatorio para caminar por los senderos, aunque hay que pagarle diez dólares por sus servicios.

Mantis religiosa
Nos instalamos en el área de acampada y nos pasamos por el forro la ridícula normativa, yéndonos a dar un paseo antes de que se haga de noche, con la suerte de poder observar un armadillo de nueve bandas (Dasypus novemcinctus) antes de que anochezca.  

Por la mañana llega César, nuestro guía, y nos vamos a hacer uno de los senderos más largos del parque, en el que obtendremos buenas vistas de hasta el 90% de su superficie, además de buenas oportunidades de ver parte de su fauna más representativa.

Caminamos toda la mañana por dentro del bosque, del que obtenemos una buena perspectiva desde el Cerro León, punto más alto de este Parque Nacional, y vemos media docena de especies nuevas, entre las que destacaría un trogón (Trogon elegans) y un tucán (Aulacorhynchus prasinus) alimentándose de pequeños frutos. Llegamos a mediodía a nuestro campamento, lo recogemos y alcanzamos a agarrar el autobús que nos devolverá a Cara Sucia para, desde ahí, dirigirnos a la frontera con Guatemala, donde entraremos por la tarde, siempre camino de México. 


Playa El Tunco

                                                              P.N. Walter T. Deininger:


Murciélagos sin identificar:


Huellas de taira

P.N. Los Volcanes:








Ranas en el P.N. El Imposible:



Caminando en El Imposible

Algunos vídeos de juegos en la playa:


                                              


                                                


















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